Hoy comenzamos un nuevo mes y, posiblemente, las resoluciones que te propusiste para el 2018 ya están casi por quedar en el olvido. Si este no es tu caso, te felicito. Por mi parte, les confieso que el 2017 terminó con «grandes logros» alcanzados y, a la misma vez, experimenté frustración por aquello que no alcancé o que no se dio como esperaba.

La verdad es que deseaba con ansias el 31 de diciembre para «terminar» con todo y tomarme un largo descanso, lejos de la computadora, el «ipad» y todo lo que tuviera que ver con tecnología. Necesitaba enfocarme en lo que es realmente importante para mí: mi propósito. De esta manera decidí -no comenzar el 2018 como los demás- sino que me regalé la oportunidad de comenzar con calma un año que no necesariamente empezó como deseaba, pero que, definitivamente, no terminará de la misma manera.

Crear una lista de resoluciones me parecía absurdo. Mis metas siguen siendo las mismas, sólo que cada vez se tornan más complejas. ¿Cuál ha sido la diferencia para mí este nuevo año? He determinado luchar, no por lo que quiero, sino contra aquello que me hace difícil alcanzar lo que quiero: indisciplina, inconsistencia, dependencia, temores, etc., etc., etc.  De nada sirve hacer una lista de sueños y metas por alcanzar, si no estamos dispuestos a luchar contra todo aquello que nos impide acelerar nuestros pasos. El caminar podrá parecer un poco lento, pero eso no es sinónimo de que no llegarás.

No importa cómo comenzaste este año, lo que importa es la decisión que tienes que tomar hoy para salir de donde te encuentras. No tengas temor de enfrentar a tus gigantes. No creas las mentiras que el enemigo susurra a tu oído. Si Dios te ha dado sueños, muévete y haz que se concreten. No pidas opiniones; no esperes que te ayuden. Edúcate en lo que deseas y comienza. En el camino, Dios pondrá personas que podrán ser guías para un momento dado o una tarea en particular. Si ellos se detienen, tú no te detengas. Mantén tu mirada fija en aquel que te capacitará para completar la tarea que te ha encomendado.

Si estás desanimado, decepcionado, cansado o si te creíste que este año iba a ser como cualquier otro, hoy te digo que estás en el lugar incorrecto y necesitas moverte. Es tiempo de que te atrevas a dar pasos de fe. Nadie es responsable de tu condición actual, sólo tú mismo. Y sólo tú tienes el derecho de decidir por ti.

Te recuerdo esta maravillosa escritura de Eclesiastés 7:8: «Más vale un buen final que un buen principio. El que tiene paciencia llega a la meta; el orgulloso habla mucho, pero no logra nada». No hables más de lo que quieres hacer y comienza. Para los hijos de Dios, cada día es una nueva oportunidad. 

Hoy yo decido armarme de paciencia y comenzar… ¿Y tú? ¿Estás dispuesto?

Lisandra