Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo”. Eclesiastés 3:1

No sé si a ti en algún momento de tu vida te ha pasado por la mente el «tirar la toalla», renunciar y darle la espalda a tu propósito. Les puedo decir que a mi vida han llegado esos pensamientos de dejarlo todo, en donde mis pensamientos son invadidos por palabras que me detienen.

Llega un momento en donde no te sientes productiva en lo personal, en lo ministerial, etc. Comienzas a compararte con otras personas y eso hace que no veas lo que tú contienes porque piensas que otros lo hacen mejor que tú. Crees que no estás preparada adecuadamente, el temor corrompe tu mente y hace que comiences a alejarte del propósito al cual fuiste llamada. Te puedo decir que a mí me ha pasado eso. Hasta que llega el momento en el que -de repente- Dios te habla y te dice: «No, no es el momento de renunciar». Tú sientes cómo todo se rompe dentro de ti y piensas que Dios no se había enterado de la decisión que habías tomado de dejarlo todo.

Dios sabe todas las cosas. Él te conoce y tiene planes aún mayores de los que tú puedas tener. Dios comienza a recordarte cada palabra lanzada sobre tu vida. Empiezas a sanar tu corazón y ver las cosas como Dios las ve. Empiezas a amar el gran contenido que cargas, sin tener que compararte con otras personas. Cuando el Padre dice: «No es tiempo de renunciar», lo hace con la intención de recordarte que tú eres única y que lo que tú cargas, tu contenido, nadie lo tendrá. Ese contenido tiene que ser esparcido aquí en la tierra. ¿De qué vale que tengas talentos si no los estás utilizando para darle la gloria y honra a Dios?

Es tiempo de echar para un lado todo pensamiento de conformidad, de sentirte menos que otros y de pensar que hay otros que lo harán mejor que tú. Lleva todos esos pensamientos cautivos a la obediencia a Cristo. Comienza a mirarte como Dios te ve: como una mujer completa que hará grandes cosas en Su nombre. La asignación que te fue encomendada, nadie la podrá hacer por ti.

Puede ser que otros tengan talentos similares, pero lo que tú contienes nadie lo va a desatar aquí en la tierra como tú. Así que, ¡ánimo!, que hay territorios que esperan por ti y por mí.

Magda