Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.  Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará». Mateo 16:24-25

Jesús requiere de nosotros que para ir en pos de Él, hagamos lo siguiente: negarnos a nuestro «yo», que tomemos nuestra cruz y que caminemos y no nos detengamos. Pero, ¿qué es negarse a sí mismo? Es renunciar a lo que «soy», lo que deseo, nuestra manera de pensar y de actuar.

Tomar nuestra cruz se refiere a cargar o llevar el peso de nuestro «yo asesinado» (la lucha continua entre la carne y el espíritu). Hay momentos en que reaccionar con mansedumbre o con paciencia pareciera imposible, pero logramos hacerlo cuando vivimos determinados a agradar a Dios y sujetamos nuestra carne con la ayuda del Espíritu Santo. Ciertamente no es fácil, pero tampoco es imposible vivir para agradarle. Sólo necesitamos fe, porque sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). Necesitas tener fe para creer que Jesús murió por ti, pero también necesitas fe para creer en el poder de ese sacrificio. Y para que tu fe sea firme, necesitas conocer las verdades de Su palabra para que te aferres a ellas y vivas por ellas.

El apóstol Pablo entendió el sacrificio que hizo Jesús por amor a nosotros. ¿Podremos declarar en este día y vivir conforme a la verdad en Gálatas 2:20?: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí». 

Cuando logramos entender la verdad, dejamos de ser esclavos del pecado, de nuestros deseos, de nuestra manera de pensar y de actuar para convertirnos en hijos de libertad. ¿Qué deseas para tu vida?

Lisandra