También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró». Mateo 13:45-46

El domingo pasado tuve la oportunidad de darle una enseñanza a un grupo de niños. El tema era «Tú eres ese tesoro escondido». Antes de comenzar la oración, les hice una pregunta: «¿Qué te gustaría encontrar en ese tesoro escondido?».

Hicimos una oración en donde le dimos la bienvenida al Espíritu Santo para que estuviera con nosotros. Luego de dar la enseñanza, repetí la pregunta que habia hecho al principio, pero, esta vez, a cada niño por separado. Fue muy divertido el escuchar la contestación de cada niño. Pero luego, les hice otra pregunta: el por qué ellos no se veían en el tesoro. Ninguno me pudo contestar.

Así mismo como sucedió con los niños, nos ha pasado a cada uno de nosotros. ¿Te verías dentro del tesoro? La realidad es que la mayoría de nosotros no nos veríamos dentro del tesoro. Le mostré a los niños un cofre y adentro habían perlas. Les estaba enseñando lo valioso que son cada uno de ellos para Dios. Les compartía que Él los veía como esas perlas preciosas que están dentro de los tesoros, que ya no son tesoros escondidos, sino que cada uno de ellos son de gran valor para este tiempo en el que a Dios le plació traerlos aquí a la tierra.

Qué gran importancia tiene el que tú y yo sepamos lo valioso que somos para el Padre y que -no importando lo que en algún momento fuimos en el pasado- somos de gran valor para Dios. No sé si tú lo has hecho anteriormente, pero vamos a hacer un ejercicio que yo hice con los niños.

Busca en tu casa una perla, tómala y extiéndela hacia el cielo declarando: «Yo soy como esta piedra preciosa; valiosa para el Padre y separada para hacer grandes cosas en Su nombre. Soy única y ya no soy un tesoro escondido. Yo soy Su tesoro preciado».

Magda